lunes, 11 de agosto de 2014

Erza, la elfa



Ella era hermosa. Joven, de infinitos cabellos oscuros, piel verdosa y orejas puntiagudas. La más bella de todas las criaturas élficas.

Erza paseaba sola en su retirado hogar, un enorme y místico bosque cuya existencia era conocida por muy pocos. Era tan amplio que parecía infinito, teñido de colores fríos y sobretodo muy frondoso, dado que ella dedicaba gran parte de su tiempo a cuidar de él. A medida que andaba, sus caderas trazaban una perfecta silueta entre los árboles, que la observaban silenciosamente sin articular palabra. Sabían que ella no tenía ganas de hablar, y mucho menos, de suplicar ayuda a nadie. Como todos los días de su monótona vida.

Se asomó al lago para ver su rostro. Sus cejas curvilíneas, nariz chata y labios carnosos se deformaban con el sutil movimiento del agua.

-Mi destino, mi propio ser.- Musitó acariciando su reflejo.

-¿Tan segura estás de ello?

Erza se irguió de inmediato. Desconocía aquella voz.

-¿Quién osa entrometerse en mis pensamientos?- Preguntó al aire con los puños prietos, dispuesta a reaccionar ante la más mínima señal.

Fue cuando oyó un extraño pero breve ruido que liberó la magia de sus manos. Una potente ráfaga de fuego destruyó la planta de la cual había provenido el sospechoso. Un joven alado de piel morena y torso desnudo, cuya mirada azul penetró en la de la elfa.

-No uséis vuestros poderes. No malgastéis valiosas energías en lo que es inevitable.- Dijo él.

-Sólo sois uno más.- Respondió Erza retrocediendo un paso.- Si me besáis, abandonaréis la vida.

El joven hizo caso omiso. Seguro de sus actos, usó su magia feérica para atraer a la elfa hacia sí.

-¿Cómo os atrevéis? ¡Alejaos de mí, misteriosa criatura!- Exclamó ella.- ¿O es que la muerte es vuestro deseo?

-Mi deseo sois vos.

Erza se ruborizó. De todos los seres machos que habían reunido el valor suficiente para ir a conquistarla, fueran humanos o criaturas místicas, él fue el que le pareció más sincero. Honesto, valiente, y muy atractivo. ¿Habrá llegado el momento? ¿Será él quien termine con mi soledad?  Se preguntaba en sus pensamientos.

-Todo ser masculino cuyos labios se atrevan a encontrarse con los vuestros, morirá sin piedad.- Comenzó a narrar el joven alado.- Sin embargo, cuando sea el adecuado quien lo haga…

Y la besó. Fueron cinco plácidos segundos, dulces y sinceros. Erza se sintió por un momento la elfa más feliz del mundo entero. Los árboles observaron la escena con suma emoción, pero entristecidos al mismo tiempo. Sabían lo que iba a ocurrir, incluso antes de que el joven terminara la frase.

-…seréis vos quien deje este bosque.

Erza sintió una punzada en el corazón. Una herida cada vez más fuerte, más dolorosa…hasta que se hizo insoportable. Tanto, que su hermoso cuerpo se volvió inerte y cayó al suelo. Poco a poco, éste fue reduciéndose en cenizas.

El joven esperó unos instantes. No se alargó demasiado, puesto que los hechos no habían terminado aún. Para la bonita elfa, morir no significaba el final.

-Tras vuestra muerte, resurgiréis de vuestras propias cenizas para hacer realidad lo que más ansiáis.

Y así se hizo. La figura de Erza fue recomponiéndose paulatinamente de aquel polvo gris en el que se había convertido. Acto seguido, de nuevo en vida, agarró las grandes y fuertes manos de su amado, buscando en ellas la protección y felicidad del amor eterno.
-De este modo, descubriréis vuestras verdaderas raíces.

Ambos conectaron sus miradas. Él acarició el rostro de ella con delicadeza, con el cuidado que merecía esa hermosa criatura.

-Joven Erza…- Musitó el joven, fascinado por tenerla en sus brazos.

Sonrieron, disfrutaron de la felicidad de amar y ser correspondido. Al unísono, marcaron el punto y final de la leyenda ya cumplida.


-…de madre elfa, y padre fénix.
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