martes, 9 de septiembre de 2014

Prisión de cristal





Hola a tod@s! Esta vez traigo otro one-shot de Corazón de Melón, de terror y suspense. Lo hice para participar en un concurso del foro del juego^^ Como en el anterior, presentaré a los protagonistas y a los personajes secundarios que aparecen. Algunos ya sabréis quienes son porque también aparecieron en el otro one-shot, pero lo pongo de todas formas por si llega alguien nuevo.

PROTAGONISTAS



Nathaniel: Es el delegado del instituto Sweet Amoris. Un chico de lo más formal y aplicado en sus estudios y tareas. Es el hermano de Ámber, quien es totalmente opuesto a él.

Sucrette (foto no disponible): Es el nombre que recibe la chica que protagoniza el juego y que estudia en el Sweet Amoris. Es una compañera de clase como cualquier cosa. En esta historia, denota un carácter misterioso.

PERSONAJES SECUNDARIOS (no es necesario especificar demasiado de ellos, dado que no tienen especial relevancia en la historia)




Ámber: Estudiante del instituto Sweet Amoris y hermana de Nathaniel.


Castiel: Estudiante del instituto Sweet Amoris. Es por excelencia el archienemigo de Nathaniel, por diversos motivos ocurridos en el pasado.


*Tanto los dibujos de los personajes como sus distintas personalidades son obra original de ChinoMiko, creadora de Amour Sucré (Corazón de Melón).

Eso es todo, ahora...¡a leer! :3




En aquella tarde de miércoles, la directora abandonó el instituto antes que Nathaniel. Ella debía hacer algunos recados, así que le ordenó al delegado que cerrara la puerta en su lugar cuando éste terminara su tarea. Él, como de costumbre, no presentó ninguna queja al respecto. Simplemente se limitó a finalizar la clasificación de aquel puñado de expedientes que tanto tiempo le había tomado organizar.

Salió de la sala de delegados para encontrarse con el pasillo, oscuro y solitario. Anduvo entre la penumbra en dirección a la salida, cuando de repente, unos ruidos escalofriantes penetraron hasta lo más profundo de sus oídos.

Llantos, chillidos, quejas. Una multitud de voces desesperadas que suplicaban ayuda.

Nathaniel se detuvo en seco, escuchando atentamente. ¿Quién se ha dejado encendido el proyector?  Preguntó para sus adentros, creyendo que podría tratarse de algún profesor despistado. Así pues, dio media vuelta y se dirigió al interior del pasillo, en busca del aula de la que provenían los sonidos.

-Por favor…- Suplicó una de las voces, muy deformada y aguda.- Nath…

El corazón le dio un vuelco. ¿Era su nombre lo que había oído? ¿Realmente alguien le estaba pidiendo ayuda como si su vida dependiera de ello? De ser así, resultaba imposible quedarse de brazos cruzados. Abrió bruscamente la puerta del aula sin importarle el ruido que produjo. Y dentro se encontraba alguien.

Ella, con su melena larga blanca y su mirada color esmeralda, penetrando en la del joven de cabellos dorados. Ella, con la tez más blanca que de costumbre. Ella, con una expresión vacía y perdida en el infinito.

-¿S-Sucrette? ¿Qué haces aquí a estas horas?- Preguntó Nathaniel extrañado.

-Hay que salvarlos. Nos necesitan.

Agarró de la mano al delegado y lo llevó hacia el fondo del pasillo. Le apretaba la muñeca con fuerza y sin ningún tipo de empatía, únicamente centrada en su objetivo: llevarlo hasta donde debía. Donde su poseída alma le ordenaba.

-¿A dónde vamos?- Quiso saber Nathaniel, cada vez más nervioso por lo que pudiera ocurrir.

Sucrette no le dirigió ni media palabra, y él sólo quería liberarse de su mano y huir corriendo a la velocidad de la luz. Pero por alguna razón le faltó el valor para hacerlo, puesto que su cuerpo prácticamente no respondía. Los pálpitos de su asustado corazón sonaban cada vez más fuertes.

Las voces persistían, tan espeluznantes como psicofonías.

Cuando llegaron al final del pasillo, se detuvieron frente la vieja puerta entreabierta de madera que conducía al sótano. La joven se lanzó a los brazos del muchacho, abrazándole mientras ahogaba varios sollozos de temor en su pecho. Su llanto se acopló a los de la multitud, cuyos chillidos desesperados se encontraban ya excesivamente cerca. Varias gotas de sudor comenzaban a caer de la frente de Nathaniel, quien miró con temor las empinadas escaleras a través del hueco de la puerta. No quería ser él quien averiguara lo que había allí abajo.

Pero antes de que él pudiera advertirlo, un súbito empujón decidió por él. Cayó rodando y golpeándose varias veces con los cantos de los escalones: en el brazo, en la rodilla, en la espalda, en la cabeza…hasta terminar extendido en el suelo del sótano. Incluso antes de poder mirar más allá de él, supo que dar media vuelta ya no era posible. De hecho, no lo fue desde el momento en que abandonó la sala de delegados.

Allí yacían prácticamente todos los alumnos del instituto, pero lamentablemente, ninguno de ellos podía darle una explicación. Estaban encerrados individualmente en una especie de tubos de cristal repletos de agua. Sus cuerpos inertes flotaban cabizbajos y sin vida. Las desesperadas voces, tan presentes como el temor del muchacho, se reproducían en un viejo casette que permanecía escondido en un extremo.

Con un nudo en la garganta fue observándolos uno por uno, y se detuvo al ver el rostro apagado e inexpresivo de su hermana. A su lado, el de Castiel, con las mismas características. En aquel momento no le importó lo más mínimo el odio que compartía con el pelirrojo, ni siquiera aquella mala relación con Ámber desde tiempos inmemorables. Simplemente una sensación de ahogo le estaba invadiendo y le impedía moverse, porque aquel enfermizo crimen era mucho más real que cualquier novela policiaca.

Antes de poder llamar a Sucrette, un fuerte golpe en el suelo le dio la respuesta. Un tubo de cristal cayó desde el techo, abriendo en éste un enorme agujero del cual se despedazaban trozos de cemento. En el interior del recipiente se encontraba ella, con su melena albina flotando lentamente en el agua.

-No…- Susurró Nathaniel con la voz entrecortada.

En el momento en que relacionó conceptos, volteó el cuello prácticamente por instinto. Sólo encontró una espeluznante ausencia.


La Sucrette que lo había arrastrado hasta allí y que posteriormente había llorado desconsolada en su pecho, no era la misma que yacía en el interior del recipiente. La segunda era la verdadera, con quien compartiría el mismo destino en muy poco tiempo. La última prisión de cristal que aguardaba más allá del techo tendría al fin su ansiado dueño.




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lunes, 1 de septiembre de 2014

Mi dulce debilidad

Hola a tod@s! Hacía mil que no actualizaba esto xD En fin, la razón por la que hago una publicación es porque quiero compartir con vosotros un pequeño fanfict que he escrito, sobre un juego llamado Corazón de Melón. Las personas que juguéis conoceréis a los personajes, pero para los que no, os dejaré primero una breve presentación de cada uno con una imagen adjuntada.

ADVERTENCIA: Este texto es de tipo Girls Love (yuri), así que si te desagrada este género te recomiendo que no sigas leyendo.


Protagonistas:





Kim: Es una estudiante del instituto Sweet Amoris. Tiene un carácter fuerte, un peculiar estilo de vestir y le gustan los deportes de motor. Al ser ella muy alta, ve siempre a sus compañeros más pequeños que ella, a pesar de tener la misma edad.



Violetta: Es una estudiante del instituto Sweet Amoris. Se caracteriza por ser muy tímida y callada. Sin embargo, está encantada de ayudar cuando alguien lo necesita. Se le da muy bien el dibujo y también tiene conocimientos de costura.

Antagonistas:




Ámber (centro), Charlotte (derecha) y Li (izquierda):  Son estudiantes del instituto Sweet Amoris. Ámber, la cabecilla del trío, es una joven malcriada y mimada, dotada de una malvada e infantil personalidad. Se divierte fastidiando a los demás para su propio beneficio, junto a sus amigas Charlotte y Li.



Directora: De entrada es una persona amable, pero posee un fuerte carácter y tiende a ser bastante exigente con los alumnos.

*Tanto los dibujos de los personajes como sus distintas personalidades son obra original de ChinoMiko, creadora de Amour Sucré (Corazón de Melón).


Bien, dicho esto...¡a leer!^^

Kim esperaba a Violetta en el patio a primera hora de la mañana. De pie, dando vueltas y vueltas para mantenerse en movimiento, ansiaba la llegada de su amiga.

Amiga.

Esa palabra resonaba en su cabeza como un gigantesco gong. Llevaba tanto tiempo escondiendo sus sentimientos verdaderos que se cuestionaba si sería capaz de expresarlos con claridad. Sin embargo, sabía con certeza que era un deber hacerlo. Sentía que no podría sobrevivir un día más sin articular palabra acerca del tema. Fuera cual fuera el resultado, el día había llegado.

Y allí apareció, con un andar pausado y sujetando su cuaderno de dibujo. Kim contempló su tímido rostro, admiró sus cabellos violetas que brillaban a la luz del sol y quedó maravillada con esa media sonrisa que le regaló.

-Buenos días, Kim.-Pronunció en un susurro casi inaudible.

-Hola pequeña.- Respondió animadamente la joven de piel oscura. Así, muy bien. Sé tú misma como siempre haces y todo irá bien se dijo para sus adentros.

Violetta dejó el bloc de dibujo en el suelo, apoyándolo cuidadosamente en su pierna. Acto seguido, cerró su mano derecha convirtiéndola en un puño.

-¿Qué ocurre?- Se interesó Kim creyendo que ella sospechaba algo, lo cual hizo que la adrenalina le empezara a subir por el cuerpo.

-Tengo algo para ti.

La muchacha abrió el puño y dejó al descubierto un diminuto peluche. Era una moto roja con las ruedas negras, y tenía una carita dibujada en la zona del manillar.

-Lo hice ayer por la tarde, pensé que te gustaría.- Dijo cabizbaja.-Puedes utilizarlo de llavero si quieres…

Kim la abrazó con todas sus fuerzas. La cubrió con sus brazos olvidándose por un momento de que aún no le había contado nada de lo que sentía, pero en cierto modo, lo estaba trasmitiendo con aquel gesto. Aquel regalo significó mucho más de lo que Violetta creía, quien no hizo otra cosa que acomodarse en el torso de la chica plácidamente. Y aunque ni ella misma se percató, sus mejillas adquirieron un tono rosado.

-Gracias, pequeña. Mola un montón.- Le susurró, resistiéndose a derramar una lágrima de felicidad.

-Vaya vaya, la primera escena romanticona del día…

Esa chillona voz era inconfundible. Ámber acompañada de sus dos perritos falderos, Charlotte y Li. Dispuesta a entrometerse en los asuntos de otros incluso a horas inhumanas de la mañana.

Kim apartó a Violetta con suavidad y se dirigió al trío, en especial a la capitana de él.

-¿Y a ti qué te narices te pasa?

- Vaya, ¿aún no lo sabes?- Preguntó con tono vacilante.- La enana cobardica va por ti desde hace siglos. Y por muy mosquita muerta que parezca, se le nota a kilómetros. Entérate ya, chata.

El rostro oscuro de la joven formó una mueca de rabia y enfado, que escondía el nerviosismo que le había producido imaginar si esa afirmación era cierta. Se acercó con decisión al grupo de chicas.

-Oye, quítate.- Espetó Charlotte.

-¡Fus fus, fuera bicho!- Dijo Li con retintín.

-A callar las dos. Sobretodo tú, niñata.- Dijo refiriéndose a Ámber y señalándola despectivamente.- No tienes ningún derecho a decir esas cosas sobre mi amiga, porque tú no sabes nada, ¿lo pillas? ¡Nada!

-¿Tu amiga? ¡Pero mírala, si te está cogiendo de la mano!- Exclamó ella estallando en agudas risas.

Amiga.

Kim volteó el cuello y se percató de que era cierto. Su mano estaba agarrando fuertemente y de forma inconsciente la de Violetta, diminuta e insegura. Ella trataba de mirarle a los ojos, pero le resultaba imposible. Tampoco la soltaba ni, al parecer, quería hacerlo por nada del mundo.

-Pequeña…- Musitó preocupada y emocionada al mismo tiempo. Apreció la suavidad de su piel al sentir sus dedos moverse entre los suyos.

-Kim…yo…- Susurró a modo de respuesta, tratando de decir algo que no salía de su boca por más que lo intentara.

Ambas, centradas en los sentimientos que estaban a punto de salir a la luz, se olvidaron por completo de la presencia de Ámber y sus amiguitas. Un gran error.

-¡Ducha a la vista!- Exclamó levantando un gran cubo azul, con un gesto tan veloz que ni Kim ni Violetta advirtieron.

Una cascada de agua helada cayó sobre ellas. Rompió fuertemente en sus rostros y continuó el trayecto mojando el resto de sus cuerpos, dejándolas como si se hubieran bañado en un lago perdido de los pirineos. Cuando Kim fue a contratacar prácticamente por acto reflejo, se percató de algo más horrible que aquella broma de mal gusto: la mano de Violetta resbaló de la suya, y la joven cayó al suelo inconsciente en un brusco golpe. Se había desmayado.

-¡PEQUEÑA!- Gritó Kim arrodillándose y apartando unos cuantos mechones violetas de su frente, con la mirada repleta de terror por lo que le pudiera ocurrir. Acto seguido, alzó la vista hacia Ámber. Ella había quedado totalmente estupefacta, con los pies clavados en el suelo y el cubo ya vacío todavía colgando de su mano. Se le pusieron los ojos como platos al ver que la chica se aproximaba a ella con una furia que nunca había podido imaginar, pronunciando unas palabras de venganza. -Tú…te vas a enterar…pedazo de…

-¡ALTO!

Las cuatro se sobresaltaron al oír el grito de la directora. Con su moño canoso y su traje rosa, colocó los brazos en jarras a modo de preparación para arreglar aquel asunto.

-¿Pueden explicarme qué ha ocurrido aquí?- Inquirió la mujer.

-Violetta se ha desmayado.-Explicó Kim sin rodeos.-Por culpa de esas arpías.

Charlotte y Li dieron un paso atrás tratando de marcharse, pero Ámber las empujó de nuevo hacia delante. A la directora no le pasó por alto aquel gesto, al igual que el cubo azul y el rostro pálido e inconsciente de Violetta.

-Esta vez se han pasado de la raya, señoritas. Acaban de poner en grave peligro la salud de una alumna.- Se colocó de rodillas para palpar la frente de la pequeña. -Es cierto, se ha desmayado. Menos mal que usted, señorita Kim, sí se encuentra bien.

-¡Pero si yo no he hecho nada! Esa agua era para… ¡para regar las plantas del jardín! Es que últimamente las he visto muy marchitas y claro, lo pensé…pero de camino he tropezado con ellas y entonces… se me ha caído…¡sí, eso ha sido! ¡se lo prometo, señora directora!

-¡No mientas, asquerosa!- Bramó Kim, que luego volteó el cuello rápidamente para ver de nuevo a Violetta. Volvió a contener una lágrima, pero aquella vez no era de alegría, si no de rabia y odio. Mucho odio.- ¡Tú eres incapaz de hacer algo bueno por alguien, ni siquiera por…

-Cálmese, señorita Kim. Sé de sobra quien ha sido el culpable aquí, y tratar de excusarse cuando se conoce lo evidente no hará más que aumentar el grado del castigo correspondiente.- Dijo ya erguida, mirando a Ámber y a sus dos amiguitas.- Acompáñenme a mi despacho.

Ignorando la pluralidad de la orden, Charlotte y Li se quedaron inmóviles mientras la rubia se marchaba resignada con la directora.

-Ustedes también. –Recalcó la mujer, quien luego se dirigió a Kim.- Y por favor, encárguese de llevar a la señorita Violetta a la enfermería. En el armario encontrará unas cuantas mantas que pueden serle útiles. Cúbrase usted también con una de ellas.

-Descuide. Muchísimas gracias.- Dijo la chica de piel oscura. Agarró con cuidado a su amiga y la llevó a caballito, sintiendo su torso mojado acomodarse sobre su espalda.

Amiga.

Kim no tardó mucho en llegar a la enfermería, extraer una gruesa manta color marrón del armario y usarla para arropar a Violetta, a quien acomodó antes sobre la camilla. La observó detenidamente, repasando cada detalle de su bello rostro.

-Eres un ángel, pequeña.- Pronunció con un hilo de voz, extrayendo del bolsillo de su pantalón el peluche que ella le había regalado. Lo sostuvo entre sus manos un momento, lo miró con ternura y luego lo volvió a guardar.

Acarició sus cabellos violetas con mucha suavidad, y al hacerlo, se percató de que le temblaba la mano al igual que el resto de su cuerpo. No distinguió si era por el frío o por el hecho de tener a Violetta tan cerca. En cualquier caso, avaluó la sugerencia de la directora acerca de la manta como una necesidad secundaria. Su prioridad en aquel momento era otra.

-Despierta, por favor. Despierta y dime que todo va bien, y que…- Se detuvo un instante. Deslizó el dedo índice por los labios de ella, aquellos que tanto ansiaba besar.-…tú me amas al igual que yo a ti.

Sin embargo, sus párpados no se levantaron. Kim se acercó un poco más a ella, con los ojos que paulatinamente se humedecían al no obtener respuesta alguna.

-Dime que puedo ser algo más que tu amiga.- Susurró en un entrecortado sollozo.

Amiga.

Y esfumando todo temor como una ráfaga de viento en la niebla, Violetta despertó. Sonrió dulcemente al percatarse de que Kim estuvo haciéndose cargo de ella.

-Lo siento mucho…Siento haber sido…una molestia...

-No, pequeña. No quiero que digas eso, ¿vale? Sabes que yo siempre cuido de ti, porque…- Hizo una breve pausa hasta que, con los ojos brillantes, lo dijo al fin.- …tú eres toda mi vida.

La sonrisa de Violetta se ensanchó. Tanto, que trató de levantarse para sentarse junto a su amiga.

¿Amiga?

-No, quieta. No te levantes, no hagas esfuerzos.- Le dijo preocupada, volviéndola a acomodar suavemente sobre la camilla.

-No llores más…

Kim quedó helada. ¿Le había oído? ¿Había escuchado todas aquellas palabras sinceras que le había dedicado? ¿Se había percatado de aquel sollozo que quedó ahogado en un simple ruido?

-Yo…-Alzó el brazo manteniéndose estirada, buscando la mano de la joven a la vez que buscaba esas dos palabras tan hermosas, tan escondidas durante tan largo tiempo.

Pero de repente, Kim la hizo callar con el dedo índice. Se inclinó lo máximo que pudo hasta quedar a pocos centímetros de Violetta, quien temblaba emocionada sin dar crédito a lo que ocurría. Ambas se observaban como si la otra fuera un tesoro intocable, sintiéndose afortunadas de tenerse al fin de la manera que deseaban.

-Te amo…- Susurraron al unísono.

Acto seguido, se fundieron un beso tan pausado y tierno que fue como si se detuviera el tiempo. La pequeña permitía con afecto las caricias de quien fue una de sus mejores amigas y, a su vez, un amor que creyó imposible. Pero se percató de que, junto a ella, todo dejaría de ser ficticio. Fue en aquel entonces cuando unas palabras resonaron en la mente de Kim, desde lo más profundo de su alma.

Por fin estás conmigo…mi dulce debilidad.

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